Mariano es un buzo de aguas profundas y activista ambiental.
Trabaja en expediciones para el estudio y protección de la biodiversidad marina.
Se le declaró la enfermedad temporomandibular en un accidente producido en el Caribe.
En ese momento, un zoólogo y él, bajaron a las profundidades del mar en jaulas protectoras para evitar ataques de tiburones.
Durante horas, no divisaron la amenaza de ningún escualo y salieron para observar los arrecifes.
De pronto, apareció entre los corales, un tiburón tigre; por suerte, estaban a tan solo medio metro de la jaula y rápidamente nadaron hacia allí.
Sin embargo, el tiburón los alcanzó y al girar, golpeó su cabeza fuertemente con la del buzo.
El pez milagrosamente quedó como atontado y el hombre, casi desmayado, logró llegar hasta la jaula.
Posteriormente en el buque, fué revisado por el servicio médico sin encontrar lesiones, pero a los pocos meses, lo atormentaron fuertes dolores de cabeza y oídos que soportaba con calmantes.
Mariano nunca relacionó esas dolencias con el tiburón y deambuló angustiado en consultorios de neurólogos, otorrinolaringólogos, clínicos, psiquiatras y hasta curanderos.
Desahuciado, llegó al consultorio por recomendación de un colega, quien en la atención de una carie, notó cierta desviación mandibular.
Lluego de una tomografía computada verificamos la grave lesión articular que sufría sin saberlo, producto del impacto seco que recibió con la cabeza del tiburón.
Mariano se entregó a nuestro tratamiento, como última opción y sin esperanzas.
Hoy, completamente sano, volvió al buceo y se dedica a la preservación de ballenas, peces y tiburones en proceso de extinción.
Facundo, de 35 años era un ejecutivo prometedor de una importante productora televisiva.
Tenía un trabajo de tiempo completo, acompañado de una agitada vida social.
Ocho meses antes de venir al consultorio, comenzó a sufrír fuertes dolores en el cuello y en la cara, que le redujeron a niveles mínimos la capacidad productiva.
En pocos meses, rompió con la novia de aquel entonces y tuvo fuertes discusiones de Directorio hasta perder el empleo, sufriendo altísimos niveles de stress.
Nos contó, que todo empezó después de un almuerzo donde sintió pinchazos cerca del oído, al día siguiente, un dolor agudo se extendió por la nuca hasta resultarle insoportable.
A partir de allí, inició un derrotero de visitas a traumatólogos, dentistas, clínicos y psicólogos, gastando miles de dólares sin solucionarlo.
Se enteró por Internet de nuestro consultorio y decidió pedir una consulta como última chance.
Luego de los estudios de rigor, verificamos la dislocación de la mandíbula e iniciamos el tratamiento y casi de inmediato, sintió una mejoría.
Había llegado a nuestro consultorio un hombre nervioso, desanimado y descreído; se fué otro agradecido, confiado y con alta autoestima.
Juliana tenía 20 años cuando se acercó al consultorio.
Había adquirido un mal hábito desde la primaria que mantuvo durante todo su período escolar y universitario:mordía los capuchones de las biromes.
Vino obligada por prescripción de un prestigioso cirujano plástico ya que quería estilizar su mandíbula.
Siendo una de las cirugías estéticas más onerosas y riesgosas, el cirujano, con buen criterio profesional, le aconsejó un análisis odontológico.
Algo caracterizaba a Juana, su obsesión por la estética y las jaquecas.
En cuanto a sus dolores de cabeza, se había realizado todo tipo de estudios, pero ninguno indicó anomalías y creyó que eran causa hereditaria.
Mediante una serie de tomografías, le fué diagnosticado un notable deterioro de sus articulaciones temporomandibulares. y se le aplicó un tratamiento de inmediato.
Como resultado, finalizaron los dolores de cabeza, se le alinearon los dientes y mejoró notablemente el perfil.
Hoy está recibida de abogada, casada y feliz madre de tres niños.
CASOS FRECUENTES